¿A quién está hablando el presidente López Obrador al hacer una rabiosa crítica al periodista Carlos Loret de Mola? Los apologistas de AMLO no necesitan que les den más argumentos para lanzarse en contra de aquellos que, como Loret, reveló hechos, como el de la residencia de su hijo José Ramón en Houston, que hacen enojar al presidente.
A los críticos del Presidente, la actitud asumida por López Obrador, los ha fortalecido y unificado. Y no debe excluirse la posibilidad de que se busque proceder legalmente por haber revelado información que no debe ser pública según la ley.
Aunque dudo que prospere una acusación formal, pues van muchas veces que el Presidente revela información que debe mantenerse bajo reserva según la ley.
Desde cualquier punto de vista que que se mire, la presunta revelación de los ingresos de Loret de Mola se convirtió en un violento boomerang que golpeó frontalmente a López Obrador.
Entonces, ¿cuál fue el cálculo realizado por el presidente para actuar de esa manera? Desde un punto de vista estrictamente racional no puede haber existido ningún cálculo. Cualquier consejero que cuidara los intereses de AMLO y del gobierno hubiera desaconsejado esa acción.
Se trató simple y llanamente de una muestra de enojo respecto a la cual no se midieron las consecuencias. En México tenemos un dicho que afirma: “el que se enoja pierde”.
Con él se alude a que en una contienda, normalmente, quien pierde los estribos también carece de la capacidad para generar una estrategia adecuada para vencer.
En la campaña electoral del año 2018, uno de los principales retos de AMLO fue contener su tendencia natural a enojarse. Lo hizo y al contrario, mostró habilidad para hacer enojar a sus contendientes.
Hoy, parece que esa cualidad lo ha abandonado por completo. Habrá que ver en detalle las mediciones de popularidad del presidente de la República en los próximos días y semanas, pero si utilizamos como un termometro de lo que pueden ser, el efecto que estos hechos alcanzaron en las redes sociales, entonces hay que señalar que el saldo fue completamente adverso.
Pareciera además, que no se trata de un hecho aislado. Ocurrió apenas días después de qué el presidente desafiara al Estado español cuestionando tanto sus políticas como a las empresas de esa nación, generando una tensión internacional absolutamente innecesaria.
Y días atrás también se había expresado un comportamiento parecido en el caso de la designación del embajador en Panamá y la respuesta que dio el presidente ante el hecho de que ese país no otorgara el beneplácito a Pedro Salmerón.
Si, en el gobierno se estuviera midiendo la repercusión de los dichos y acciones presidenciales, las alarmas ya estarían sonando por todas partes ya que si esta actitud permanece, lo más probable es que el respaldo a AMLO se vaya reduciendo y concentrando principalmente entre sus partidarios más duros.
Son muchos aún pero un porcentaje que no es suficiente para ganar elecciones en muchos lugares del país. Pero, un comportamiento de esa naturaleza, además, aumenta el riesgo de que se produzca una crisis política o incluso financiera en los años que restan a la actual administración.
Le hemos comentado en muy diferentes ocasiones que será muy difícil conseguir que haya un saldo favorable en materia de crecimiento en esta administración pero que sí podemos aspirar a que, al menos, no concluya con una crisis como las que tuvimos en 1976 o 1982.
Las recientes actitudes presidenciales y los efectos que pueden causar, podrían generar una espiral que crezca lo suficiente para acercarnos peligrosamente a una crisis de esa naturaleza.
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